Poesía social de los años 50: Blas de Otero


Blas de Otero, nacido en Bilbao en 1916, es uno de los más representativos e influyentes poetas de la posguerra española.

Fue criado en una familia burguesa y comenzó sus primeros estudios en colegios jesuitas, donde recibió una formación religiosa, con la que rompería más tarde para convertirse en uno de los principales exponentes de la poesía social. Tras terminar su bachillerato en Madrid se licenció en Derecho por la Universidad de Valladolid, aunque nunca llegó a ejercer esta carrera. Posteriormente se trasladó a Madrid donde se dedicó por completo a la creación literaria. Durante algún tiempo también se dedicó a la enseñanza pero la abandonaría al ser reconocido como poeta
internacionalmente , para dedicarse a partir de este momento plenamente a su obra.



La infancia y adolescencia de Blas de Otero estuvieron tremendamente marcadas por problemas de carácter familiar y económico, hecho que influyó decisivamente en su poesía inicial. Llegó a formar parte del bando republicano durante la guerra civil, y finalmente caería prisionero. Tras la guerra, sus comienzos literarios tuvieron lugar en revistas en las que publicaba sus poemas.

Por su trayectoria poética, Blas de Otero resume la evolución de la poesía española de su tiempo con estas palabras: “del yo al nosotros”, para resaltar la transición de la expresión de sus angustias personales a una poesía social. En sus últimos años, se advierten nuevas inquietudes de experimentación formal. 


     "A la inmensa mayoría", Pido la paz y la palabra (1955)

              Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
               aquel que amó, vivió, murió por dentro
               y un buen día bajó a la calle: entonces
               comprendió: y rompió todos su versos.

                   Así es, así fue. Salió una noche
               echando espuma por los ojos, ebrio
               de amor, huyendo sin saber adónde:
              a donde el aire no apestase a muerto.

               Tiendas de paz, brizados pabellones,
              eran sus brazos, como llama al viento;
           olas de sangre contra el pecho, enormes
              olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

               ¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
                en vuelo  horizontal cruzan el cielo;
                 horribles peces de metal recorren
           las espaldas del mar, de puerto a puerto.

            Yo doy todos mis versos por un hombre
             en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
                mi última voluntad. Bilbao, a once
                      de abril, cincuenta y uno.










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